Si el psiquiatra y psicoanalista Juan David Nasio (1942) no hubiera hecho nada en su vida, dos episodios hubieran bastado para darle trascendencia a su biografía: le vio la garganta a Mercedes Sosa (algo así como el santo grial de la voz)
y fue discípulo dilecto de Jacques Lacan, que lo ungió para acompañarlo en el dictado de sus míticos seminarios. Pero hizo mucho más: nacido en Rosario, después de graduado en Medicina se radicó en París, donde se vinculó con Lacan y con Francoise Dolto, enseñó en la Sorbona y escribió más de una veintena de libros, el último de los cuales es "Cómo actuar ante un adolescente difícil". Por todo eso (brevísima síntesis de una biografía jalonada de honores, entre ellas la Orden de Caballero de la legión de Honor del Gobierno francés) mañana a las 10, en el Virla, Nasio recibirá el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), a instancias de la Facultad de Psicología de esa casa de estudios.
Desde Buenos Aires, recién llegado de París, Nasio recordó en diálogo con LA GACETA su primer encuentro con Mercedes Sosa; defendió las transformaciones que generó el psicoanálisis en el sombrío mundo de los hospicios, y reflexionó acerca de la adolescencia, ese estadio de la vida que él define como "un estado de dificultad en la relación consigo mismo y con los otros".
-¿Cómo es esto de que un psicoanalista se jacta de haberle conocido la garganta a Mercedes Sosa?
- En los años 70 acabábamos de radicarnos con mi esposa, que era fanática de Mercedes, en París. Mercedes se presentaba allí por primera vez, en un Teatro de la Ville colmado; entra ella en escena y empieza a carraspear. Y dice: "discúlpenme, pero tengo la garganta no muy bien". ¡Imagínese! Como psiquiatra que soy, me dije: "esta mujer está angustiada, el miedo de presentarse en París por primera vez". Mercedes cantó maravillosamente bien. Cuando termina, me acerco al camarín y le digo a una asistente que estaba en la puerta: "soy el doctor Nasio, si quiere que le examine la garganta a la señora..." Mercedes, que estaba en su lugar de maquillaje, me hace pasar. Y me dice: "fíjese", mientras tiende la cabeza hacia atrás y abre la boca... Y yo me pongo a mirarle la garganta a Mercedes Sosa... ¡Hay que poder mirarle la garganta a Mercedes! Es como ver el nacimiento de la maravilla del órgano de la voz. Sólo atino a decirle: "me parece que está roja". Le conté que estaba en Francia desde hacía un año, y que mi señora quería saludarla. Vino mi esposa, y a partir de allí simpatizamos mucho.
-¿A qué atribuye la irrupción de tantos nuevos enfoques en el campo de la psicología, por fuera del psicoanálisis?
- Primero, porque hay una cultura psicológica mayor en la población: un chico estudia mal en la escuela y el padre inmediatamente piensa en ir a consulta; hay un gesto que es excesivo, no porque un chico ande mal en la escuela durante la primaria hay que ir a consultar.
- ¿Hay cierta comodidad de los padres en esto de delegar responsabilidades?
- Forma parte de la época actual, hay una oferta muy grande en el "mercado" de la psicología; entonces, el "consumidor" va a utilizar esa oferta. La psicología está omnipresente en el dominio público; a un padre que tiene un chico que le da dificultad, en el año 30 no se le hubiera ocurrido. El hecho de que haya otras terapias forma parte de este desarrollo; probablemente, una hipertrofia de técnicas psicológicas, cada una proponiendo una solución, la condición es que los profesionales sean honestos, creo que todas esas técnicas son útiles: debo decir que todas las corrientes actuales que proponen diferentes técnicas de ayuda psicológica han nacido gracias al psicoanálisis.
- ¿Porqué ha elegido escribir sobre la cuestión de los adolescentes difíciles?
- El trabajo con los adolescentes es difícil, porque es un ser que no habla mucho, que no comunica con facilidad; que no acepta que lo interroguemos de manera frontal. Y la adolescencia es una época difícil. Es un período de 10 años donde se desarrolla lo que llamo una neurosis histérica sana; la adolescencia es un estado de dificultad en la relación consigo mismo y con los otros, una relación torcida, como un nudo que el adolescente ata entre él y los que lo rodean, y consigo mismo. Y ese malestar es independiente de la época, aunque es cierto que ese malestar está encarnado en la sociedad de hoy: pero el adolescente argentino de 1930 también tenía su malestar, propio de ese pasaje que va de la vida del niño al adulto.
-¿Pero no influye esta pérdida de inocencia más temprana?
- Sí, absolutamente; ese es uno de los problemas; hay una pérdida de la inocencia, una especie de dificultad de retenerse. El adolescente es una contradicción entre un cuerpo que lo empuja a hacer cosas, a desear a veces actos transgresivos, hasta peligrosos; y al mismo tiempo una cabeza que reprime, y que es muy exigente. El adolescente es un ser muy exigente consigo mismo y con los otros; muy severo con él mismo, de allí que sufre un sentimiento de no quererse. Al mismo tiempo, está como en guerra con los que lo rodean. -¿Y los padres? - Los veo con dificultad. En primer lugar, la dificultad del padre, que no encuentra su autoridad, muchas veces porque la mujer no se la da. El padre, para que sea padre a los ojos del hijo, tiene que ser un padre reconocido en su autoridad por esa mujer que es la madre de su hijo. -¿Cómo analiza la adolescencia tardía? - Muchas veces el joven no se independiza porque no encuentra trabajo, a veces se está yendo a los 32. La película "Tanguy" muestra esa problemática. Muchas veces es la sociedad la que no le permite hacer el pasaje al mundo adulto.
-¿De qué hablará mañana cuando la UNT le entregue el Honoris Causa?
- Primero, debo decir que estoy muy emocionado de saber que una universidad tan prestigiosa me va a honrar. Segundo, hablaré de la repetición. Nuestra vida transcurre al ritmo de una cadencia repetitiva. El cuerpo vive de la repetición: de los actos esenciales, como son el acto de amar, el de perder, el de separarnos. Nuestra vida está jalonada por momentos en que nos ligamos a seres amados, cosas amadas, a ideales; al mismo tiempo, está marcada por momentos dolorosos de separaciones del ser querido, de ideales perdidos. Repetimos el hecho de amar o de separarnos; nuestra identidad se construye gracias a los actos esenciales que repetimos.